Y a tantos porrazos que nos da la vida (o por pervertidos que somos), llega el día en que se nos pudre la espiritualidad y solo nos queda la materia siempre insatisfecha buscando el placer a diestra y siniestra.
Pero, ojo; la materia sin espiritualidad es pura materia fecal. Y, por donde quiera que pases, el hedor sale.
Te van a oler.