Aquellos ratos,
tan lindos de la infancia
atrás quedaron.
No volverán
los días de veranos
con cielo azul.
Ni volverán
tampoco primaveras
con golondrinas.
Hoy, el presente,
se estira, perezoso,
en otro otoño.
Es la antesala,
sin nombre del invierno
y de la vida.
Pero sabiendo
vivir en este instante
ello no importa.
Porque la infancia
se guarda en el recuerdo
si es placentera.
Y aquellos ratos,
que fueron tan amenos
surgen de nuevo.
Están ahí,
en labios y sonrisas
y hasta en los ojos.
Y está en el alma
del niño y del adulto
con sus latidos.
Aquellos ratos
de tardes tan doradas
fueron un sueño.
Rafael Sánchez Ortega ©
27/11/22