Calmar la ansiedad en los labios:
las cosas que no voy a decirle
disueltas en ese bosque tras sus ojos,
donde no brilla ninguna estrella.
A dónde alguna vez
quise acampar por siempre
inventando los colores
que jamás existieron
para pintar el Sol entre los abetos.
Y pensar que allí desnudé mi latido
sin temor
para convertirme en la carne
de sus lobos.
Sólo quedan pellejos del alma
y el hedor de mi sangre
sobre la tierra.