Eco y Narciso.
Amar sin poder decirlo,
He sido frontón de tus palabras,
nido de tus pájaros,
horma de tu zapato.
He sido Águila volviendo
a casa sin presa, esa he sido...
Formaldehído a tus proteínas,
vitamina a tus desgracias, esa.
He sido, porque ya no.
Fui sentencia en tu juicio,
filete sin guarnición, sin plato,
fui pato sin naranja, mescolanza
sin paleta, raqueta sin tenista.
He sido dentista de tus caries,
futbolista de tus goles, trompetista
sin moflete, templete sin cupletista,
artista sin circo, bizco sin gafas, rata
sin alcantarilla, vajilla sin fractura,
usura sin usurero, verdulero y fraile,
esa, francesa, escocesa, tortilla sin huevo,
renuevo de planta pocha, hoja sin libro,
vino sin copa, sin compañía ni velas,
barco sin rumbo, tumbo sin naufragio.
Todo eso y más que no te cuento...
Como la diosa Eco me acerco a ti,
de noche, cuando las almas duermen
a pierna suelta, cuando el gallo no existe.
Soy a veces un narciso inmarcesible,
a veces ingenuo y lleno de estrías, otras vigía
de una nave sin atmósfera, otras elegía
de Ramón Sijé, y unas cuantas esperador
de lo inesperable, secuestrado por la amígdala.
He sido, y sigo siendo tuya, aunque en manos
de un destino que no sabe jugar a los dados.
Soy, he sido y seré un caso perdido, un abogado
sin título ni porvenir, un alguacil sin orejas
que ofrecer al torero que se lo merece, un jefe
rabioso y maltratador que se queda sin empleados.
Una víbora para ti, y tú, manzana y paraíso, sudando
pan cada día por una frente llena de rayas y años.
He sido perra sin hortelano, cancerbera vieja
de una discoteca que no abre los sábados.
Te he sido todo Narciso, y ahora he capitulado...