Allá en el camposanto
que esmaltan las auroras de amaranto
y las tardes de sándalo y carmín,
allá donde la hiedra
abraza con amor la cruz de piedra
anhelo ahora descansar al fin.
Allá donde los vientos juguetones
columpian los rosales en botones
y lloran al pasar,
allá donde los lúgubres cipreses
me esperan hace meses
anhelo descansar.
En mi pueblo que doble la campana
bajo el oro del sol de la mañana
por este nativo trovador;
en mi pueblo... y que manos cariñosas
me lleven a la huesa muchas rosas
cortadas con amor.
Mi cuerpo que se torne en pasionarias,
que adornen las tumbas silenciarias
en las tardes de lumbre tropical:
es el único anhelo que hoy me inspira,
y que siga la cruz siendo la lira
del alma mía que será inmortal.