En la ciudad
encuentras muchas cosas
y otras te faltan.
Hay casi todo
de objetos y personas
para elegir.
Pero te falta
y, extrañas, sin quererlo,
muchos detalles.
La chimenea
del pueblo y la casona
donde naciste.
Las escaleras
que suben a la iglesia
que está en lo alto.
El cementerio,
sereno y silencioso,
de la colina.
El campo verde
de yerba y con ganados
del pastoreo.
La luz del sol
bailando entre las ramas
de los hayedos.
Y el fiel silencio,
que rompen los ladridos
de algunos perros.
Sí, la ciudad,
te ofrece muchas cosas
interesantes.
Pero, en el fondo,
añoras a la aldea
de donde vienes.
Rafael Sánchez Ortega ©
30/11/22