Tomando café en mi soledad,
escribo la melancolía
que raja el café de mi mañana,
el aturdido lápiz del corazón
camina con dulce parsimonia.
La llovizna afuera,
provoca que mis manos suavicen
la película de mi vida,
dándole el bálsamo
que requiere su raíz
viendo pasar la distancia
entre las mesas,
llenas de pétalos y esquinas.
Miro entre las flores del pavimento,
la cotidiana libertad
de mi pensamiento,
y sentados a mi vera
personajes de locura inigualable
entre terrones de azúcar
y sorbos de vida pura.
Cuerpos con cabelleras
de madreselva
y olor a gardenia
ataviando el escenario;
luego, un sorbo de café
me devuelve, la realidad
y la aritmética
de mi soledad...