La mujer desnuda apoyada en la ventana
solo tenía el alba cada madrugada.
Daba gracias a la vida a la que amaba.
Guardaba una lágrima para todos los que iban delante de ella por la calle del revés.
Odiando, pisoteando, asustados.
Levantando muros que los encerraban para protegerlos.
Llorando al verse encerrados , aislados , incapaces de amar y ser amados
Pagando porque alguien les abrazará, les consolará,
les abriera una puerta que rápidamente cerraban asustados.
Acudían a las farmacias, al psicólogo,
a los jardines, a las armerías repletas de fusiles,
a las perreras a por una perro, un gato, una tortuga,
con los que hablar, a los que abrazar, a los que querer.
Cuando la mujer que solo tenía el alba se apiadaba de ellos:
los reyes tiraban sus coronas y lloraban en las esquinas como niños.
Las mujeres triunfadoras se volvían incluso tiernas.
Y todos querían agarrarla de los cabellos, de los dientes, de los brazos,
llevarla consigo a sus rincones, devorar alguna parte de ella hasta hacerla desaparecer.
Ángel Blasco