El viento apenas toca mi piel,
la señora de manos extendidas
camina como huyendo de las voces,
nadie saluda, como si yo no existiera,
las horas se desvanecen
mi gata se duerme,
le acaricio y cierra los ojos,
todos caminan como sombras.
La artritis destruye el alma,
la sangre se hace dolor,
el árbol del camino,
una cuerda, llegará el descanso.
Por eso siguen su rumbo,
yo espero la noche,
a la orilla del árbol,
a veces grito con furia,
la artritis, la artritis,
corren asustados,
cuentan historias de miedo,
el Puente del Ahorcado,
al sur de Valencia, en plena autopista,
sigo sentado con mi gata,
y cuando duelen mis dedos
se escucha el aullido
del espanto en el Puente del Ahorcado.