En la alacena
tenías un cuaderno
con mis poemas.
Era un regalo
con muchas mariposas
entre sus letras.
Tú sonreías,
la tarde del regalo,
y yo también.
Porque cambiaron
de dueño aquellos versos
y fueron tuyos.
Dijiste \"gracias\"
y luego me besaste
en la mejilla.
Éramos niños,
parábamos el tiempo
sin darnos cuenta.
Y en nuestros juegos
buscábamos la vida
y sus latidos.
Vida y poemas,
surgían de la nada
en las pupilas.
Porque soñamos
hacer que lo imposible
fuera posible.
¡Tierna niñez
que guardas con sus versos,
en la alacena!
Rafael Sánchez Ortega ©
02/12/22