Ayer vi a César,
su mirada triste se posó en una flor del campo,
¿acaso pensaría en Miguel, su hermano?,
¿acaso en la madre que los acariciaba a ambos?
Yo no sé... un poeta de tal tamaño
puede estar pensando en lo más sencillo:
en nubes que bajan y se posan en sus hombros
como heraldos negros hiriendo su alma
o tal vez pueda estar haciendo
un recuento de la vida
y escribiéndole una epístola
a sus hermanos transeúntes.
Lo vi de lejos,
no quise interrumpir de golpe su silencio,
su pensamiento puesto tal vez
en un poema nuevo.
Lo vi de lejos. Le envié una leve caricia
envuelta en una ráfaga de viento
que pareció recibirla;
lo digo porque sus ojos se hicieron grandes
y miraron al cielo agradecidos;
lo digo porque estiró sus brazos
y dejó caer su cuerpo en la hierba;
lo digo porque convidó
a este pobre mendigo que soy
un poco de su pan fresco, llorando quedo.