Vivimos intensamente en vertiginoso andar
no hay tiempo de meditar, apenas el tiempo alcanza
para cazar ilusiones y encerrarlas en el alma
Y en el altar de la vida sacrificar esperanzas.
Hay un precio que pagar por una larga estadía
el aliento, la sonrisa, la calidez, el amor
amaneceres radiantes, el perfume de una flor
la experiencia del placer, el tedio y el desamor.
Recorremos el camino desde el vientre maternal
laberinto de penurias hasta la luz alcanzar
aparentemente frágiles, pero con fuerza brutal
nos abrazamos al pecho que dócil nos nutrirá.
De a poco reconocemos, nos adaptamos al medio
el dulce hogar nos seduce, terminamos siendo dueños
los reyes de ese palacio, del corazón de los nuestros
y nos invaden los años vistiendo plumajes nuevos.
La independencia nos llama, queremos el propio cielo,
donde amos y señores, decidimos cuanto quiero
y se sigue acumulando un largo kilometraje
todo lo que fuera entorno es solo puro paisaje.
Llegan los días de espera, de pérdidas dolorosas
se deshoja la familia, uno a uno, gota a gota
ver marchitar el jardín que nos diera tantas rosas
sin despedirse se escapa la paz de nuestra existencia
Y se instala zozobra justo al umbral de la puerta.
Deuda que pagan los nuestro, que adelantan el camino
pena que nos muele en vida, emboscada en el destino
precio a pagar por la gracia de una existencia longeva
cuando ya se es vulnerable, y se rinden las banderas.