Cuando resolví
que todo había terminado,
cuando ya nada me importaba;
al decidir que nunca tuvo
el valor que yo le daba,
tuve que borrar los versos
silenciar las canciones
y apagar todas las luces.
Alambré entonces todos los caminos
y a todos los jardines
les puse cercas de espinas;
condené a mi llanto y a mi risa
al destierro sin regreso
y apagué ese fuego azul
que no dejó ceniza ni pavesas.
Decidí envolver cual equipaje
un papel escrito con su nombre
y una tarde que llovía tanto
quise ponerlo en un barco de papel
o arrojarlo en la mitad de la corriente.
Mas, esperé un día soleado
y en un camino cualquiera,
para que se reencarne en él
deposité ese ínfimo envoltorio
en el oculto nido de un pájaro.
Bolívar Delgado Arce