J. R. Laguna

LOS TRENES NOCTURNOS

LOS TRENES NOCTURNOS

 

Así como tomamos el tren para ir a Tarascón y a Rouen,

así podemos tomar la muerte para alcanzar otra estrella”.

Vincent van Gogh

 

Ruidos que se filtran

por las persianas

y el descanso nocturno

perturban, me hacen

comprobar, vano asombro,

que el mundo marcha,

pese a mi inmovilidad

vegetal, derrumbado

en el sofá o en el lecho.

Tornasol diurno,

ídolo antiguo

de cocido barro,

herido por la garra

de acero de las máquinas.

Y ese tren nocturno,

que enlaza estaciones

(puntitos en el mapa),

apenas interrumpe

su incesante tránsito,

sólo el tiempo necesario

para recoger

a sonámbulos viajeros

de amarilla luna ciegos,

embarcados puerilmente

en nuevas aventuras,

nuevos destinos,

nuevos rumbos...

Pienso entonces

que esa quietud

del universo azul

profundo

es sólo un escenario,

un telón falso,

bajo el cual el firmamento

esconde nervios y músculos

de fiera agazapada.

E imagino, quizá falsamente,

que el silencio, que lo inmóvil,

que el pensamiento perezoso

de quien busca ajeno a todo

el balsámico reposo,

es algo semejante a la muerte,

y que un hogar sereno,

es un mausoleo.

Y como a fantasma

que este mundo asusta,

acepto indiferente,

que tras la puerta

cerrada de mi casa,

en el abismo insondable

de la noche oscura,

la naturaleza no cese

ni el devenir humano

se detenga.