Me oculté detrás de mis huesos
en vano, como intentando evitar la vergüenza,
de mis años, la pesadez de mis articulaciones,
que casi me postran como roca,
como estatua contemplando el tiempo ido.
Creí que todas las hojas habían caído,
que mis pies se posaban sobre arena,
conteniendo mis pasos, alejándome del océano,
acercándome a las rocas imperturbables,
plenas de ausencias.
Hasta que surge del polvo de mis huesos
la respuesta al ocaso de la vida
y descubro que, en mí,
brota el génesis y el mineral,
la brasa y la llama de una nueva vida,
filamentos de esperanza que se incorporan al alma
en inmensurables aventuras imaginadas
inagotables juegos conectando las esferas
para unirlas al espacio inagotable del océano.
Tendemos puentes para llevarte a la vida
como la araña paciente, que teje telas de seda,
para su abrigo y refugio,
cada átomo nuestro será tuyo, cada molécula de nuestra sangre
fertilizara la tierra que tú pises
cada luna, cada estrella que miremos,
te invitara a volar con tus propias alas,
cada hierba, cada aire, será energía y coraje,
para formar tu propia conciencia,
y subir tu anhelada montaña.
Creí que todas las hojas habían caído
Y naces tú, para poseer el bien
Como águila buscando la morada en el cielo
Como árbol refugiándose en el recóndito bosque
Como roca inquebrantable donde se abrirán nuestras alas.