Arturo Liceaga

Elogio al Cerro de las Mitras

Desde las sombrías calles penumbra tu silencio.
Pavimento gris viendo al monte del incendio.
El apestoso asfalto y la gasolina socavas con tu aliento.
Nuestro irrespirable y amargo aposento.
Sabiendo bien tus leyes he conocido tu amor inmenso.
Tu escondes un secreto, cuerpos en las minas del lamento.
Arteria de tu paramento, culminante en un septeto. 


¿Qué tanto haces mientras nos respiras? 
Desde la altura inspiras ambrosía e ira, la lira mía. 
Y miras como a todos orientas en el día con galantería.
No te mueves ante el trueno, ni aunque la noche de ti se ría.
¿Cuánto te duelen las cicatrices por aquella alevosía? 
Pedreras en el acto de ladronería,
rapiñado lo que es solamente lo de la serranía.


Nitidez en tus arbustos,
dignidad episcopal.
Canta la serpiente cascabel 
en tu árido matorral.
Te alegra ver las lagrimas
que alimentan a tu Aztlán.
Te alegra ver las lagrimas 
que te recuerdan a tu mar.


Toda corona merece trono, por eso esta es tu ciudad.
Siete joyas adornando tu majestuosidad.
Y he oído de otra silla, aquel cerro es de futura tempestad. 
Tu leyenda no marchita.
No envejeces ni necesitas,
porque a cada rato tus flores resucitan.


Respeta la ley de la montaña y no desprecies su elocuencia,
pues cuando tu seas cenizas seguirá sonriendo a pesar de tu ausencia.