«Ningún hombre puede pensar claramente cuando sus puños están cerrados»
George Jean Nathan
Tenía un halo de ira en la mirada,
el rictus infectado de amargura,
brotando de la arisca comisura
de los labios, la bilis despiadada.
La palabra brotaba enajenada,
la vena se inflamaba de locura,
tensa y severa la musculatura,
la expresión por la cólera crispada.
Ni la razón vencía a la demencia,
ni el argumento calma al arrebato,
y con la rabia…, el puño se cerraba.
La iniquidad que torna en la violencia,
convierte al cabal hombre en insensato.
La furia le cegaba…, y no pensaba.