Te fuiste un triste verano
como hoja del árbol seco
que cayó en el recoveco
con viento tibio y solano.
La sombra de un matasano
cobijaba tu figura:
¿Dónde vas, tierna criatura,
por qué vuelas de tu nido
donde siempre tú has tenido
mi cariño y mi ternura?
Pero estaba decidido
te marchaste sin regreso
para siempre, lo confieso,
pues buscarte era prohibido.
Con el tiempo yo he sabido
que cualquier tormenta pasa
que el amor cuando fracasa
detenerlo es cosa inútil
y llorar es cosa fútil
cuando el alma te traspasa.
¡Ah dolosas despedidas!
Sin palabras y sin voces
como brisas que veloces
dejan brasas encendidas
en los sueños y las vidas
las que andando van caminos
aunque llenos con espinos
van solaces y gloriosas
con sus huellas vigorosas
buscando nuevos destinos.
Te fuiste un triste verano
¡Qué tristeza si te pierdo!
Lo pensaba, lo recuerdo,
pero el viaje no fue en vano.
Con el tiempo más lejano
y la luz del nuevo día
la alborada se encendía
al llegar la madrugada
con su luz enamorada,
que por fin me cubriría.