No sé en donde arrendaré un hospicio
esta temporada.
La tarde sangrienta es como una víspera
en que las horas frías descienden
con nuestros rostros más queridos
y sus voces son murmullos tibios
de lejanos alientos que dejamos
en nuestra ardua pasarela.
Debe haber en algún lugar, una gruta libre, un rincón
de musgo suave y amistoso,
donde el aire no cebe su veneno
con el silencio hermano
y que nos libere de los miedos
que van como sanguijuelas
embargando nuestra confianza en los fermentos
de nuestra sustancia individual.
Debe existir por algún lado un recodo
sin la angustia circular
de los recuerdos
con la luz perezosa derramándose como el viento
y al alcance de un corazón herido,
donde resurja en su voluntad
de vándalo que se va contra todas las puertas
del ocaso
Adonde ir,
donde no haya un gusano con el hambre vertical
que nos trague el nombre
y la oración temprana.
La celosa soledad
que es el intermediario de la muerte
cae sobre los transeúntes
en un intenso jalón que es de toda la vida
en esta suerte de presa
que se debate en sus dos momentos
Dónde estar,
donde mi corazón no sea una piedra
en medio de un bosque silencioso
y mis ojos dos moradas agrestes
para la luz del alba
y nuestras manos dejen de ser garfios
en los pechos
y nuestra frente un blanco pedernal
en que se estrelle nuestras emociones
En todo caso busco un lugar
con flores silvestres y luna melancólica
lleno del silencio dulce
que brota luego del intenso amor.
Un espacio con un rio que susurra el llanto
y recoge el cristalino dolor humano
en su largo recorrido hacia el doliente Dios.
allí donde el recuerdo abrace su alma
y el miedo no abarrote el sueño eterno
Dios, es mi compañero invisible
aun cuando yo le vuelva el rostro
y él me ignore;
Allí vamos empedrados por la realidad duradera
que golpea a los ilusos.
Él está,
con todo lo humano que hay en mí
Yo voy,
con la eterna soledad que le golpea.
Él está allí
con el hambre inconcebible que me carcome
Yo estoy aquí,
con toda la mudez del ignorado
Así somos, socios
en la desesperanza y el abandono
elevando una oración al infinito.