La turmalina negra yacía inerte;
la tarde ardía entre ramas de angico;
bostezaban pastizales entre bosques;
alrededor, combustión de amor ardiente
Negra era la estampa de aquende
por la que refulgía su extraña figura,
el iridiscente efluvio de sus grandes ojos
sus dulces labios, postre de pasión
Reflejos del chorlo brillaban su túnica;
ígnea geológica de perfilado y largo talle,
húmeda espuma brotaba, sabor a selva,
moldeados perfiles, curvas férvidas
Mis sentidos en cuclillas, contrariados,
el aroma recalaba entre sus largas piernas,
el hambre fondeaba la metamorfosis,
el brebaje suscitaba mi gneis cristalino
Lamia aquel encuentro de fusión, iónica,
codiciado amor sublimado y corrosivo.
Ella, refractaba pétalos a la ciega oscuridad
agitaba el alucinógeno erotismo sideral
¡Ella, piedra de la musa negra!