Árbol lobo
que apura sus copas
como cálices
al viento crucificado,
músicas de obsidiana,
ojos de alta mar
cuando zarpa la hojarasca,
y nieva sobre el desgarro
de las rosas blancas,
cuya incertidumbre puebla
el mirar incestuoso
de los besos pintados de sierpe,
mantra edénico del habla,
que susurra al latido
melodías sin rostro,
alma ante espejos
empañados de desnudeces.