La retama
Plomizos rayos de sol
llueven cortinas
de
silencio
sobre
eternas siestas.
La dehesa obediente,
acata el mutismo,
mientras que dormilonas encinas,
proyectan perezosas sombras,
tiñendo en pardo
la piel
de
milenarios cuarzos.
Implacable cenit estival
humilla,
en
su verticalidad
la cresta
de punzantes barbechos
en espera de rumiantes bocas,
mientras
aristados surcos
pierden su silueta
al convertirse
en pateada polvorienta.
Inquieta lagartija
suspende
repentinamente la caza
y
fija su atención
en
la garbosa retama
que,
mecida por inesperada
candente brisa,
desgarra el silencio
con
un tímido repiqueteo
de
sus ya fructíferas aún envainadas semillas.
Incipientes notas
de
melodía por componer,
preñadas
de
innúmeras variaciones,
evidencian ya
la
apoteosis de ancestral Canto Ostinato.
La retama
aviva
en
su entusiasmo la brisa,
que,
atraída por el melodioso tamborileo,
remolinea & remolinea & remolinea
su in crescendo regocijo
en
torno
de
la danzarina mata.