MIGUEL CARLOS VILLAR

La retama

La retama

 

Plomizos rayos de sol

llueven cortinas

de

silencio

sobre

eternas siestas.

 

La dehesa obediente,

acata el mutismo,

mientras que dormilonas encinas,

proyectan perezosas sombras,

tiñendo en pardo

la piel

de

milenarios cuarzos.

 

Implacable cenit estival

humilla,

en

su verticalidad

la cresta

de punzantes barbechos

en espera de rumiantes bocas,

mientras

aristados surcos

pierden su silueta

al convertirse

en pateada polvorienta.

 

Inquieta lagartija

suspende

repentinamente la caza

y

fija su atención

en

la garbosa retama

que,

mecida por inesperada

candente brisa,

desgarra el silencio

con

un tímido repiqueteo

de

sus ya fructíferas aún envainadas semillas.

 

Incipientes notas

de

melodía por componer,

preñadas

de

innúmeras variaciones,

evidencian ya

la

apoteosis de ancestral Canto Ostinato.

 

La retama

aviva

en

su entusiasmo la brisa,

que,

atraída por el melodioso tamborileo,

remolinea & remolinea & remolinea

su in crescendo regocijo

en

torno

de

la danzarina mata.