¡Cómo quisiera ser un gran poeta
y abrazar esa estrella con mi sentimiento,
pero siempre fallo en el intento,
por que no sabe estarse quieta!
Entonces desvío la mirada
a una nube que sobre el mar se alza;
observo que en sus pies no lleva nada,
¿Cómo puede caminar descalza?
Está bien, pues no me humilla,
el que la estrella guarde su distancia.
Es para Jehová, para quien brilla,
ha sido así, desde su infancia.
Percibo de la arena, guardar un juramento:
Del mar ser constante compañera.
Pone de testigo el firmamento:
De estar siempre, mar y arena.
Autor: Bernardo Arzate Benítez