Tu mirada era el latir
apacible de la mañana,
que anhelaba perderse,
como una luz brillante,
entre los rayos del sol
y ansiaba extraviarse
entre la llama del amor.
Ese dichoso respirar es
el sendero color dorado
por el que transcurren
el legado de mis sueños,
las sombras nocturnas
y la inquietud diurna
de los días y los años.