He vivido de amor su dulce hechizo
y también de su infierno la caldera;
pero nunca renuncio a la quimera
de encerrarme en su enorme pasadizo.
De su luz me embelesa el gran bautizo
que me ofrece la dama lisonjera;
aunque sea la ingrata traicionera
cuyo beso es pantano movedizo.
Entregar la pasión a manos llenas
es destino del hombre apasionado;
disfrutar y olvidar que existen penas
sin temor de quedar aprisionado;
ignorando los grillos y cadenas
¡que vivir es vivir ilusionado!
Autor: Aníbal Rodríguez