Profunda la huella,
la que perdura por los siglos
como poesía y canción,
traspasando los lindes
de existencias confinadas
a mohosas humedades
y a cajones precintados
con tierra o en sepulcros.
Profunda la huella
adobada por el amor,
sellada y significada por él,
que, como salitre en la mar
resulta imperecedera,
viva, por siempre eterna
siendo oda, ola, rumor,
ese humor que acuno
dentro de una paz serena.
Profunda esta huella,
se mantuvo y se mantiene
alejada de terminios,
del opaco y pasivo estacionar,
de un lugubre finalizar
bajo la dura y pesada cresta
de enigmaticas cruces hundidas,
(hombro con hombro)
entre llantos y lápidas
y adioses definitivos.
Profundo penetra un final,
extermina;
en la falta de una fe altruista,
por un no creer en los demas,
por presuponer una maldad
y a la honesta bondad deformar
para ganar poder y galones
argumentando con falsedades,
hipocresías y la desidia.
Profunda esa secuencia de la obra,
capaz de dar forma y movimiento
a los inertes y exhumados huesos.
Consiguiendo,
que el pasar de los pasados,
sea una azada cultivando
campos de trigo con olivos
y rica fruta en los huertos.
Profunda la fe comprensiva,
esa que transpira conocimientos,
e impregna de eternidad,
cada paso con sus huellas,
y respira tras los rastros
del amor aquí dejado
por benevolentes seres,
por nuestros queridos ancestros;
padres, abuelos, amigos y primos.