Manuel Valles

Ritual de la cocina

La tarde huele a lluvia afuera,

adentro huele a oloroso milagro,

y allí, en medio de todo, cerca

del avivado fuego en la estufa

van desmayándose los tomates

con la piel herida y al comal pegada.

Los chiles y el ajo

con un tierno beso humedecen

el filo despiadado

del cuchillo que los corta.

Estilan los pescados

sus lágrimas en el hielo,

y los condimentos de la salsa

alegran con su danza a quien los huele.

En el ritual de la cocina

el tiempo se diluye

entre el vapor del agua hirviendo

y una jocosa charla en el molcajete.

Pero antes que todo, tus manos benditas

que cortan y pican, que amasan,

que encienden el fuego

para que todo comience; 

ya sean los sueños

sumergidos en la salsa;

la eléctrica alegría de la licuadora;

el baile juguetón de las cucharas

o el sonido de campanas

atrapado

en el hueco luminoso de las ollas.

Todo. Todo lo que en la cocina

se mueva con tus manos.

Y allí, muy cerca del amoroso corazón

que nos une a los humanos,

junto a las pilastras 

que levantan el hogar,

envuelta en los aromas de la fruta

está tu alma cocinando,

entregada siempre a nosotros

en cada uno

de los aromas servidos en el plato.