Todos los rayos cósmicos caen sobre mí,
el desprecio inunda mi desesperanza
y las soledades que recibo, mi llanto
clama al horizonte los silencios que hieren
el corazón. Suspiro saetas de espigas
de hidrógeno o helio, dardos con alas
de muselina penetran por mis poros
haciendo brotar el néctar de la melancolía.
La muerte me desea, me atrae
entre cortinas de terciopelo dorado
que se deslizan por mí no cuerpo,
por mí no alma, por mi no Ser.
La indiferencia parte mi esternón
en hemisferios de impaciencia aborrecida.
Mi inconsciente es devorado por la aurora
en la madrugada del insomnio, mi cuerpo
despellejado de sustancia se volatiza
en la etérea obscuridad. Convertido
en descarnado cuerpo triturado por la desafección
de mi amor eterno. De mi pecho broto una flor,
flor de la agonía.
Soy un cuerpo del olvido.