Cómo acróbatas,
en un tiempo que comienza a desfallecer,
bailarines sin compás sobre mares de cristal.
El viejo reloj de arena con su voz agrietada
salpicando nostalgias en las miradas.
Y las estaciones, corrompidas en su latido
desigual, lento y tardío.
Hoy resucitaremos instantes
pateando nuestros pies en las aceras,
escribiremos una ilusión
sobre nuestras manos calcinadas,
y mañana danzaremos
sobre el sutil lecho
de mil rosas muertas.
Como hojas de otoño
entrelazadas a una brisa de levante,
seremos sombras de un presente,
refugiados de nuestra propia guerra.
Seremos la sequía de nuestros campos,
y el tronco del árbol que nunca plantamos.
Seremos lobos hambrientos de vida,
aullando bajo un gris contaminado.
Podrán nuestros corazones viajar descalzos
mil millones de millas más
sobre las frágiles cuerdas del universo
antes de que al fin, amanezca.
Mientras; la deforestación cubrirá nuestras cabezas,
el oxígeno superará nuestra respiración
y la migración será un caos que no cobijará esperanzas.
Se dormirán los arrecifes de coral
entre las roídas sábanas de plástico,
rugirán los grandes colosos en su deshielo,
y se oirá el quebranto de las ballenas
mientras caen en las profundidades de un lamento.
Caminaremos sobre las heridas del vientre de nuestra madre,
siguiendo uno a uno los pasos aturdidos de nuestro destino.
Iniciaremos el vuelo perdido de las aves.
Como acróbatas,
danzaremos sin compás…
Sobre mares de cristal.
Mo Anam Cara
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