Éste es el testamento de un hombre
que quiso ser feliz y no lo supo ser.
Una rosa para los labios
que un día besé con pasión
como rocío de un nuevo amanecer.
Dos rosas para las caricias
que un día le regalé
esperando su grata sonrisa.
Tres rosas para las obligaciones
que dejé de hacer para verla
dándome así la calma que necesitaba.
Cuatro rosas para lo que no supe darle
cuando ella más me necesitaba
y lloraba en silencio su tristeza.
Cinco rosas por un nombre
que es religión, y mi plegaria,
la imagen que venero ante un altar.
Seis rosas para esta herida
en medio de mi pecho
que me lleva a la locura.
Siete rosas para los amigos
que sólo quisieron hacerme reír
en los momentos más bajos.
Ocho rosas para las canciones
que me llegaron a emocionar
y aún resuenan en mi alma.
Nueve rosas que nunca le daré
para que sus espinas no se claven
en su frío corazón.
Diez rosas para todos mis errores
que ahora me persiguen
como fantasmas de mi pasado.
Pero mirarme de nuevo
y a pesar de mi tristeza,
aún estoy de pie ante la vida.