Raúl Bonilla

Diciembre 2

I

Todo fue sorpresivo

Como la risa espontánea

O las estrellas fugaces que caen en el alba

Como la lluvia que de repente te empapa en una tarde soleada

O la mirada que te atrapa en su red

 

Caminas hacia mí con esa mirada de satisfacción

Sabías que habías atrapado a tu presa

Y yo te dejaré que me devores lentamente

Mi sangre se confundirá con el fuego carmesí de tus labios

 

Nos abrazamos, y en ese instante ya nada importa

La noche es dueña de la última tentación, que nace de la expectativa de la larga espera

Y tu cuerpo desnudo es el faro que guía mi navío 

Deseoso de llegar al puerto

Después de varias horas moviéndonos al vaivén de tu marea

 

Y después hay silencios del que brotan mil palabras

Al oído me dices que siempre pensaste en mí

Porque en la noche se detiene el tiempo

Y todo se mueve muy, muy despacio

Al ritmo del largo beso de despedida

 

II

¿Se puede despertar del sueño inexistente?

Ella observa la noche con curiosidad

Cubierta solo con una bata

Atenta al mensajero que nunca llegará

 

Intento comprender que piensa

Ella es un barco en medio de la tormenta

Un loco capitán que trata de no naufragar

Sin un faro para poder guiar

Sin ayuda para poder navegar

 

Yo soy el iceberg que atenta su travesía

El lastre que hace retrasar su viaje

Un invitado no deseado 

Alguien que crea confusión

Ella sabe que fue sin intención

 

Me gustaría acercarme y decir que yo lo entiendo

Algunas veces es mejor alejarse

No hacen falta palabras

Cuando veo un rostro reflejando tristeza

Tampoco hace falta abrazarla

Haría mucho más daño

 

La noche acabará pronto

El ciclo interminable

Nunca se detiene

 

III

Este es un bosque diferente

Transitorio

Y alejado del mundo

 

Mis manos temblorosas

Sintiendo la irregular corteza de los árboles

No hay lugar para descansar

El cielo oscuro no ofrece esperanza

 

La lluvia no alcanza a mojarme

Pasa de largo entre mis huesos

 

Solo tengo claro que no puedo detenerme

No hay guía

No hay compañía

Solo los oscuros designios

Que me llaman 

Y de los que no puedo escapar