Esperaré la muerte, lo mismo que se espera
la novia inmaculada,sonriendo en el altar;
y le pondré en su frente, los ramos de azahar
que adornen su silueta, de eterna y gran viajera:
Envuelto en mis poemas, que llevan la quimera
que un día aquí en la tierra, con luz ha de brillar
el canto de esperanza, que viene a derramar
la lluvia de justicia, que vive prisionera.
Mis últimos momentos, con ella conversando,
sin miedo a su presencia le pediré un favor:
¡Que no se lleve al hombre con alma de templario,
que monta el gran centauro, que viene galopando
en busca del infame y cruento dictador,
que lleno de codicia, del pueblo es su calvario.
Autor: Aníbal Rodríguez.