Renegado a no partir
de este centro a algún lugar
me sumerjo en la nada de tu trato
yo al detalle
sonsacándole verdades
a un emisario del relámpago
con el tacto allí en la arena
bajo su hechizo susurrante
obligándome a verterla
para que el viento cumpla parte
y en tu luna me disuelva
como un fluido inestable
Desesperado, loco: lo percibo,
como en trance por cada sordo latido,
floreciendo en lo absurdo de las situaciones como esta.
Es entonces como un eco entre la niebla
y de pronto el silencio en los árboles
tras tus ojos tan brillantes
un reflejo de mi estampa.
Yo que soy hijo de mis ansias
exijo aún al menos algo
y, si no enfermo en el intento,
presumiré de que lo he logrado:
aunar a dios y al diablo en una misma estancia...
Es la persona que yo soy emancipándose,
(recordemos) la figura gris de antaño,
realzada ahora en espectáculo
de luces y de sombras,
y cómo de la herida de los días brota el orden,
la mano sobre los mares
y el oro va a caer lentamente en los sumarios.
Porque la vida es triste, el desafío
de verse envejecer perdiendo parte del brillo,
identidad resquebrajada en el delirio
de un ser que puro emana
de sí todo lo bebido en largos años
vomitándolo en signo de traición
hacia los astros...
El dilema está en la propia existencia de la nada
de la que tanto hablamos hasta pasadas las tantas...
Estamos ahora soñándolo:
por favor no te levantes.
Ahógame otra noche,
que no pueda ver el cielo tras tu rostro.
Soy el ángel que te espía
deseándote en secreto...
Ahora mismo firmaría por ti mi testamento.