Cuando muere una madre, el amor se transforma.
En la entrega mutua madre e hijo, cuando ya todo se ha dicho, con abrazos, besos, miradas, paradójica muerte que llena de amor en lugar de dolor.
Su mano guíadora se torna infinita y permanente en el alado tiempo.
Los antes vergonzosos regaños son recuerdos anhelados y amorosos.
En la impronta inicial de la partida....vacío impregnando, ahogando el espacio interior.
Luego su resucitar diario, dulce y sabio, en el recuerdo, respondiendo silenciosamente a las dudas del camino de la vida.
Recuerdos que burbujean tibios emergiendo del interior de la tierra.
Cuando muere una madre, renace el Amor.