De su hermosa sonrisa yo mantengo
el recuerdo imborrable de su brío;
y en mi mente su imagen la retengo
destilando su regio lucerío.
En las noches, a veces me entretengo
dibujando su grácil señorío;
con aquel su magnífico abolengo
de una diosa, con místico atavío.
Recordando su voz tan dulce y tierna
delirando me encuentra la mañana;
porque extraño su encanto tan glorioso;
ya que fue de mi vida luz eterna
que me abriera de amor su gran ventana;
con su rayo divino y luminoso.
Autor: Aníbal Rodríguez.