Me gustaría acompañarte
fuerte
en este día de sangre verde.
Y sacudirme los pellejos
atropelladamente,
para no despertar a las hormigas al acecho.
Porque sí,
porque te quiero.
Porque te lo tengo que decir.
Porque me duele el almohadón de la apoplejía
en el que te apoyas
y el descreimiento.