Anoche tuve un sueño
de príncipes y hadas,
de rosas encantadas,
de maravillas mil.
Soñaba que en jardines
de multiples arcadas,
los gnomos y las dríadas,
brindaban por abril.
Que blancas asucenas,
de rostros nacarados,
de ojos almendrados,
danzaban por doquier,
con lánguidos jazmines,
discretos, mesurados,
que miran extasiados
los céfiros correr.
Miraba que las rosas,
veladas por celajes
de arácnidos encajes,
buscaban con amor,
a tímidos claveles, que animan el paisaje,
huyendo entre el ramaje,
con célico rubor.
Bailaban las nereidas
y entre el ramaje espeso,
de palpitante beso,
escúchase el rumor:
romance vespertino,
que en ráfagas de bruma,
permítele a la luna,
besarse con la flor.
Pero...¿Todo fué un sueño?
¿No existe el bello pencil,
no la fiesta del abril,
con su gozo y su solaz?
El jardín de arcadas mil,
en que los gnomos y hados,
brindaban entusiasmados,
fué sólo ilusión fugaz?
No ué sueño ni quimera,
pues conservo la ilusión,
una flor de la pradera
y tu amante corazón.
26-IX-2010.
Atenea.
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