A veces, pero muy pocas...
Quien tendrá tan negro el alma, cuando no quiere saber
de gentes que están muriendo, por el hambre o por la sed.
Del que andando va descalzo, por no tener que poner
y va pisando guijarros, que se introduce en su piel.
Sangrando llevan los pies, lo mismo que les sangra el alma,
sin llegar a comprender, a esa gentes de mala saña,
que abusan de su poder, segando cuál una guadaña.
No se quejan de su suerte, ni envidian por unos vienes
que la vida les deniega, y le dan siempre al que más tiene.
No ven más que nubes negras, cada día al levantarse
tomando siempre el camino, que lleva a ninguna parte.
A veces, pero muy pocas, miran hacia un cielo azul,
que asoma entre nubes blancas, para ayudarle en su cruz.
Espejo de un horizonte, cual lejano atardecer,
el sol se pierde en el monte, llegando el anochecer.
En la oscuridad de nuevo, con la luna bien oculta
detrás de unas nubes negras, que apagan su blanca luz
y el brillo de las estrellas, de un gran universo azul.
Siempre la suerte de espalda, pero mirando de frente,
con sus testa de valiente, desde que amanece el alba.
El final de su camino, les va quedando muy lejos,
aunque llevan mucho andado, nunca llega a su destino.
Sus vidas como una noria, siempre subiendo y bajando
sin que se dejen vencer, por los caminos que van andando.
José Ares Mateos