Cuerpo que una piel llena y envuelve,
atraviesa los daños que quedan
pintados en las noches, consciente de ser
rehén de tus miradas.
Graba sus gritos sobre las piedras con
el ansia de todo un invierno luchando por
olvidar determinadas imágenes de su mente:
Las puntuales risas que le dedicaste, en ofrenda
socarrona y despectiva.
Pudo hacer de ellas, antes de eliminarlas,
un rápido recuento que adornó
con breves suspiros, (esos
poquitos de aire que alivian tristezas, tensiones,
incomodidades y cosas parecidas), que dejó
esparcidos por el aire, darse la vuelta y
marchar para siempre.