Desde mi atalaya eregida piedra a piedra
no sin nulos esfuerzos,
con mallizos de sueños sepultados,
Me paro a mirar.
Encuentro un verde y exótico paraje.
Carteles y trípticos de miedo al descontrol,
en donde el mundo bulle y baila,
sin mencionarme.
Luego descubrí el hechizo,
salvapantallas pixelado,
la estupidez de la ensenada.
Artificio y mimetismo
en un real atronador.
Cibors inhumanos a mis ojos,
y en el reflejo de sus vidrios,
la verdad que no sabe de cesáreas,
el martillo que machaca tu porqué.
Y la arena de barranco no se ha mojado todavía.
Con el zumo de mi debilidad.
Mas cuando lo haga, si consigue la presa quebrarse y aliviar sus necios muros sobrecargados de pieles de león y almohadillas de otras tantas nutrias extrusionadas
por un exceso de caudal vitalicio,
como esos que esperan unas lluvias moderadas que a todos conviene;
A los holandeses les faltarán diques que alzar.