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Místico...

Inmortal…

más allá de la distancia…

mucho más allá del tiempo,

detrás del infinito…en lo imperecedero,

donde aguarda la soledad…juiciosa y quieta,

en un vacío místico, de mesura cierta…

que no sabe de dolor,

donde no existe el sufrimiento…

y se regocija el alma…

en un lecho de calma.

 

En ese lugar delirado…lleno de esplendor…

de mágica expresión…

de redimida ilusión,

donde se entusiasma la confianza…

y la fe le sonríe a la esperanza.

 

Allí, donde aún brotan milagros…

como agua fresca de un manantial vigorizante,

como alucinación de renovada lindura.

 

Allí, donde habita el amor…

ese amor de verdad, sin penas ni dudas.

 

Desde aquel asombroso lugar…

de primavera constante con labrantíos multicolor y rosales fragantes,

de veranos calientes, con tardes soleadas de ocasos ardientes.

 

En ese recinto de paz…

con otoños teñidos de ocre brillante…y hojas desprendidas correteadas por el viento…

que deambulan por la campiña…cubriendo con su manto de recuerdos.

 

Estancia impresionante…

con inviernos impetuosos de nevadas impulsivas que se jactan de inclementes…

pero que en el fondo   abrigan los más bellos momentos.

 

Desde este espacio sideral…

de fantástico resplandor…y cósmica trascendencia.

 

Desde lo inconcebible.

 

Esperando el contundente desenlace…

donde se invalida a la razón…

y el principio del fin empieza a quebrarse.

 

Desde la mismísima defunción,

tan temida y odiada…

tan incomprendida y sufrida,

rechazada…y reprimida,

al extremo del repudio.

 

Desde allí…se inspiran sus últimos versos,

con el corazón expuesto,

le escribe con pasión desmedida…

a la mujer de su vida… a la que no se olvida… ni después de la muerte,

le escribe a su casualidad…

a su impensado destino…a su coincidencia perfecta,

al motivo de su dilatada espera,

a su perpetua amiga   y fiel compañera…

a su único amor…su amor eterno.