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**~Novela Corta - Silente - Parte II Final~**

Porque cuando en el alma de Ricardo del Monte se llenó de luz trascendental por el amor de Emilia del Campo fue cuando en el tiempo y más en el imperio sosegado del corazón la amó inconscientemente siempre entre sus sueños y muy silente. Porque cuando en el imperio de sus ojos vieron a Emilia del Campo, fue cuando quiso enamorar a ésa mujer la de sus sueños, sí, a la historiadora del museo llamada Emilia del Campo. Y, más aún, la amó desde que la vio por primera vez en ese Museo de Arte impartiendo destrezas de historias épicas. Y Ricardo del Monte, sólo un maestro de elemental que siempre lleva a los estudiantes allí y, sí, se ven tan seguido que él queda siempre silente a tanta belleza de un amor que guarda en su solo corazón. Cuando en el imperio de un sólo tiempo en que guardó en su corazón un silencio y tan silente como el ir y venir lejos de su propio instinto cuando en el alma quiso entregar lo que más quiso a su perfecto corazón: amar. Y fue una inmensa sorpresa para Ricardo del Monte que Emilia del Campo se halla en su salón de clases impartiendo historias y cuentos a sus alumnos. Y Ricardo del Monte alegró a su corazón con tan sólo escuchar a ésa mujer contar historias de una historia vivida y de cuentos que aún ni él había podido leer aún. Cuando en el instante Ricardo del Monte recuerda de ese beso fugaz que le planta entre los labios a Emilia del Campo en ese sueño y casi, otra vez, queda dormido allí en el mismo escritorio, mientras Emilia del Campo cuenta un cuento. Cuando en el tormento se vivió a todo un sueño con Ricardo del Monte soñando con un gran beso que le otorga a Emilia del Campo, cuando sueña lo que tiene en mente a su único amor casi imposible. Porque cuando en el alma de Ricardo del Monte soñando con Emilia del Campo, se vio frío y tan friolento como el alma en soledad y en un desastre de creer en el juego del amor en un sueño irreal, pero, cierto y en lo más certero del ensueño un sueño que le abrió los ojos para amar a Emilia del Campo. Cuando en el trance de la verdad volvió la noche impetuosa y de luna llena, cuando arde la fiebre de luna con una luz que casi le enciende el alma de luz y con una sola verdad insistente en creer en la noche imperiosa de luna llena y de fiebre de luna. Si en el alma de dar con una sola señal de fiebre de luna se recostó en su dormitorio, o sea, en su habitación al mirar a la fiebre de luna desde la ventana donde se cuece el alma dentro de la esencia funesta. Cuando en el frío invierno se da la insistente manera de soñar otro sueño, que en el cual, amara casi en realidad a Emilia del Campo. Porque sí desea amar Ricardo del Monte a Emilia del Campo y con tanto amor en el alma y en el corazón, deseando amarrar el amor en su propio coraje del corazón amando en un sueño a Emilia del Campo, cuando en su instinto y en su distinto principio se vio mortífero y lleno de temor y de terror que si ella le puede corresponder de tal forma y con tal amor en el alma y más en su propio corazón. Cuando en su afán de creer en el amor y en ese sueño con la desnudez de Emilia del Campo, amando en la cama Ricardo del Monte a Emilia del Campo, cuando en el corazón de Ricardo del Monte ama a Emilia del Campo como a ninguna mujer. Cuando en el tiempo y más en la noche fría de ese ensueño que Ricardo del Monte sueña con Emilia del Campo, si en el instante cosechó lo que jamás en el alma una fría verdad de que amó como nunca y como a ninguna mujer. Si en el instinto en querer amarrar el corazón del amor de ésa mujer, sólo se vio letal y tan irreal como un pecado en fría tentación. porque en la noche recostado en su cama y en su habitación sólo miró a la fiebre de luna y quedó muy silente si después en querer amar el amor quedó moribundo en creer en el alma viva de espanto nocturno cuando en la noche cayó y soñó como nunca un sólo buen deseo en querer amar a Emilia del Campo. Cuando en el trance perfecto de la verdad y de la insistencia se vio Ricardo del Monte muerto de miedo y de un temor sollozando en el alma álgida como la lluvia que cae en ese invierno frío de una noche de fiebre de luna, cuando en el ensueño de un eterno sueño se vio como la verdad en amar a Emilia del Campo, como una buena verdad e insistente en querer amar lo que resta cuando en el trance de la verdad se vio muerto de un miedo intransigente. Cuando en esa luna, fiebre de luna, se vio inmortal como el color ardiente llena de pasión y de un calor ardiente como el dolor o como el mismo instante en que se cuece el alma de espantos nocturnos cuando en la noche se atreve a desafiar a la fiebre de luna. Cuando en el tiempo y más en esa noche revestida de tiempo y de una fiebre de luna, se vio inmortal como el mismo instante en que se cuece el alma vivaz y de un temor incierto en que él cree en amar a Emilia del Campo aunque sea en un sueño pertinaz de una sola ilusión. Si en el deseo y más en el alma de Ricardo del Monte por el amor de Emilia del Campo se vio como intransigente e indeleble como el mismo instinto en que se aferró el alma de una luz como de fiebre de luna en la noche impetuosa, como de costumbre en la sola soledad en que el instinto se vio mortífero e irreal como el mismo desenlace y tan fatal como el haber sido un sueño de total ensueño como que la fiebre de luna fue como el ir y pasar de desapercibida con la fiebre de luna en la noche a expensas de la insistente verdad como certera es la verdad en el alma de Ricardo del Monte por el amor de Emilia del Campo. Porque cuando en el alma se identifica como el trance de la verdad se vio frío Ricardo del Monte por el amor de Emilia del Campo como la pureza en poder extraer la insistente certeza del alma, pero, quedando silente con un alma sin desenfrenos y sin la osadía de un sólo desafío frío y tan álgido como el poder en ser como en lo efímero un dolor intransigente, pero, tan perenne como la misma insistencia fría y como el dolor en hacer creer en el desenlace fatal de un amor sin penas ni consideraciones ni en ser correspondido por ambos amores tanto por Ricardo del Monte y por Emilia del Campo. Si en esa noche de luna traviesa se vio mortífero y tan letal como el pecado en fría tentación en querer amar lo que es impetuoso cuando en el alma de Ricardo del Monte por Emilia del Campo quedó silente como el frío silencio. Si en la imaginación de Ricardo del Monte por Emilia del Campo se sintió intransigente como un sólo dolor en el alma viva sin fe ni esperanzas en poder amar a ésa mujer como ninguna mujer en esa alma en que cree sentirse como el ave sin poder volar lejos hacia los brazos de ésa mujer como ninguna mujer. Y Ricardo del Monte se fue del alma y de un sólo querer cuando en un instinto se dedicó a ser como el alma una sola verdad en que se siente como el suave delirio nefasto en poder creer en el mal desenlace inocuo. Cuando Ricardo del Monte por Emilia del Campo, creció su amor como el aroma de la rosa en el jardín de su propio corazón, cuando por fin la mira en ese sueño de ensueño en amar a Emilia del Campo desnuda y tan menuda como una muñequita de porcelana, o una linda estatua de arena. Y, así, se imaginó a Emilia del Campo como un torrente de un náufrago perdido cuando en ese mar desértico se vio frío como el mismo mar abierto e incierto, pero, era sólo un mal sueño. Cuando en el imperio sosegado y sollozando como la lluvia se vio el cielo de azul añil, pero, con la fiebre de luna encendida como un sólo desenlace fatal. Cuando en el azul añil de fiebre de luna se vio como un sólo torrente de ardiente pasión amando a Emilia del Campo. Cuando en lo impetuoso de la verdad se entristeció de tal forma y de tal manera, como una fiebre de luna encendida de pasión ardiente como aquella vez en que soñó Ricardo del Monte a Emilia del Campo como una  mujer desnuda de tiempo, de pasión y de amores. Y desnudó su alma y más a su propio corazón cuando se edificó lo cometido y de un sólo querer atrapar en el alma una sola verdad en que se sintió como tan solo y tan real el deseo de envenenar luces pasionales y de fiebre de luna en la noche imperiosa de ver el cielo de azul añil y de un tiempo en que la fiebre de luna significa que su instinto era amor como la luz de nácar de esa terrible luna. Cuando en el tiempo y más en la noche de fiebre de luna Ricardo del Monte y Emilia del Campo se aman en el sueño indeleble de Ricardo del Monte cuando se entrega en vida, cuerpo y, alma Emilia del Campo y amando como nunca a una mujer como lo es la historiadora del Museo de Arte Emilia del Campo, cuando en el sueño se sintió como una flor sin poder marchitar. Y, como todo un sueño despertó Ricardo del Monte cuando quiso amar a Emilia del Campo como una verdadera mujer, cuando en el sueño le propina un beso quedó Ricardo del Monte silente. Si silente quedó Ricardo del Monte como amando a ésa mujer deseando tenerla verdaderamente y no en ensueño, si despertó de ese letargo sueño y queriendo ser el dueño del amor de Emilia del Campo. Si en la mayor penuria de un amor en que quedó como el tiempo sosegado y sollozando como todo hombre por el amor de una mujer. Y, se fue Ricardo del Monte como el mal deseo en converger cuando en su delirio se vio frío y gélido como el hielo en pleno suelo o como la nieve en la piel fría de un amor que Ricardo del Monte no se atreve a confesar a Emilia del Campo cuando realmente la ama con verdadero amor. Porque en esa noche imperiosa, impetuosa e intransigente fue como el dolor en el alma de Ricardo del Monte amando como nunca a Emilia del Campo cuando vio a la fiebre de luna por la ventana en esa noche impetuosa y terrible en que soñó amar verdaderamente a Emilia del Campo. Cuando en el tiempo y más en la noche se aferró al desierto efímero en creer su insistente amor por Emilia del Campo sucumbiendo en un solo pobre corazón que ama como la pureza de la verdad. Cuando en el tiempo se aferró al deseo de vivir y convivir con el alma muerta de amor como un frío hielo y Ricardo del Monte se enamoró sí de Emilia del Campo, pero, quedó silente como el silencio frío dentro de su propia boca y nunca deja saber su amor insistente en poder amar a Emilia del Campo como una mujer real y no una mujer en sueño. Y quedó Ricardo del Monte tan silente como en el silencio murmurando alrededor de la fiebre de luna. Cuando en el tiempo y más en la noche, Ricardo del Monte sueña con Emilia del Campo. Y Emilia del Campo sin saber ni querer sospechar de la realidad de que Ricardo del Monte sí la ama en verdad. Porque cuando en el tiempo y en el sueño quiso ser el dueño del amor de Emilia del Campo como amar ciegamente sin razón de ser. Porque cuando en el alma de Ricardo del Monte se entristece de espanto porque no lo ama la mujer de sus sueños porque en realidad es un hombre cobarde, el cual, queda silente ante tanto amor. Lo silente de Ricardo del Monte se debe al temor de no ser correspondido por el amor de Emilia del Campo y queda atrapado entre su corazón y poder expresar su amor eterno a Emilia del Campo cuando en su afán en querer atar y sin faltar el amor en el corazón y así nunca pudo expresar su amor. El silente Ricardo del Monte quedó tan muerto y frío como la oscura noche en eterna soledad y de un silente amor y nunca más pudo amar a nadie si pasaron tres décadas desde que fue maestro de la escuela elemental y Emilia del Campo una historiadora del Museo de Arte. Las vidas de Ricardo del Monte y Emilia del Campo quedaron sin amor verdadero cada uno tomó rumbo incierto, el amor quedó como en un segundo plano cuando el amor disolvió lo que quiso la vida. Sí la vida de Ricardo del Monte y Emilia del Campo quedaron en sola plenitud y en una soledad tan terrible como la insistencia en creer poder ser como un amor eterno. Porque las vidas bifurcan lo que unió el amor una vez en que se sintió como el suave deseo o el sueño tan idóneo, pero, tan erróneo cuando las vidas de ambos quedan en soledad. El instinto de Ricardo del Monte y Emilia del Campo quedan delicado, sosegado, inmuto, y, humedeciendo la vida como el dolor dentro de la noche a expensas de la fiebre de luna y tan silente como sus bocas calladas de un amor que no fue nada en realidad. Y, desató el lazo que existió entre ambos cuando la fiebre de luna no brilló como corresponde en los ojos de los dos. Porque en el alma de ambos no se sinceró el sentimiento de los dos amando en silencio y el amor no expresado no se materializó ni funcionó debidamente como todo amor en el corazón. Cuando el tiempo caducó como lo profesional entre ambos y cada uno tomó rumbo y porvenir incierto en el camino lleno de rosas clandestinas en el corazón de Ricardo del Monte y Emilia del Campo. Porque el amor no avivó en el sentir ni en el sentido de la influencia de la figura del amor en el corazón. Y, amaron por separado casándose sin amor ni pasión en el corazón y destrozando el alma en un santiamén de una mentira en el corazón amando a quién realmente no se amó de veras. Si sólo fue un sentimiento fugaz al ver con ojos de amor la mentira repentina de un verdadero amor cuando nunca el corazón fue sincero. Si eficazmente perdió el amor en el corazón después de que el maestro se marchó de la escuela elemental y nunca más regresó a ver a la joven historiadora del Museo de Arte en la esquina cerca de su hogar. Cuando en el embate de creer en el instante de que el amor quiso aferrarse al corazón, pero, fue suficiente y necesario manifestar el amor en el corazón roto de ambos. Porque cuando en el alma se entregó como un imperio en los ojos deseando ver el amor como fiebre de luna en la noche que soñó Ricardo del Monte por Emilia del Campo. Cuando el sueño fue tan real como poder haber amado como nunca, pero, no fue así. El amor quedó como deambulando sin razón en el recuerdo ambigüo y continuo por haber amado sin sinceridad. El amor finalizó como el tiempo sin momentos ni horas cuando Ricardo del Monte se enamoró de Emilia del Campo porque el tiempo caducó o expiró de amor pasional sin todavía sincerarse aún. La batalla terminó en el corazón como la noche de luna sin la fiebre de luna sin influir en la decisión espontánea entre los dos enamorados. Y se electrizó la forma de amar cuando el amor lo era todo, pero, quedó Ricardo del Monte silente. Y, como un sólo dolor la vida se entristeció y la faz de la vida pereció como una noche fantasmagórica imaginando lo que pudo ser como fue mirar a la fiebre de luna y sin más amor que nunca jamás. Cuando Ricardo del Monte y Emilia del Campo se les fue el amor en el corazón y se secó su corazón sin poder amar como nunca jamás, cuando en el delirio eficaz de un sólo tormento, se vio friolero y friolento como un hielo frío cuando recordó a su amor vivaz como lo fue Emilia del Campo, cuando en el afán de recordar lo fructífero se edificó lo más vivaz y lo más tormentoso de un ir y venir lejos del mismo amor en el mismo corazón. Cuando ocurrió lo más pernicioso de la vida misma cuando se electrizó el corazón por recordar ese amor y fue el maestro al Museo de Arte nuevamente después de diez décadas sin amar, casado con otra mujer que no ama, se sumó el amor que no tuvo en décadas y fue al Museo de Arte y, recordó a la historiadora llamada Emilia del Campo, cómo contaba sus cuentos de hadas, cómo narraba la historia épica de cada obra de arte en el Museo de Arte y cómo se ilusionó cada niño con esas historias. También, recordó lo que halló en el Museo de Arte al verdadero amor en el corazón y amando como nunca, lloró su corazón cuando en el ademán frío quiso recordar a su eterno amor y recorrió el Museo de Arte una vez más. Y, Ricardo del Monte subió a escena una conmísera obra de ese amor que en el corazón se amó con locura. Llegó Ricardo del Monte a su hogar como de costumbre y se recostó en su habitación mirando y observando por la ventana a la fiebre de luna y la luna le indica pasión ardiente, desenfreno amoroso y amor en el corazón y la luz de nácar, una luz en el alma ciega de un espanto nocturno cuando quiso recordar a la fiebre de luna y a Emilia del Campo. Cuando, al fin y al cabo, se entristece Ricardo del Monte por tener a un amor no correspondido y tan silente como el silencio de la noche traviesa que pide amor y más de Emilia del Campo. Si en el desenfreno ineficaz de amar bajo la sombra oblicua de la fiebre de luna cuando quedó oculto ese amor en el corazón silente. Porque cuando en el silencio quiso Ricardo del Monte buscar y hallar por encontrar al amor verdadero de su existencia, porque en su alma pide el amor de Emilia del Campo. Y, Ricardo del Monte quiso buscar ese amor y llegó hasta una compañía cerca de su hogar en busca de una pareja, busca a su amor en parejas solteras, una compañía que se dedica en hallar a la pareja ideal. Ricardo del Monte busca a Emilia del Campo por nombre, físico y por profesión llegando a la conclusión de que nunca la hallará. Ricardo del Monte se divorció de su amor actual y quiso hallar nueva pareja después de casi diez décadas de casado. Ricardo del Monte quiso aventurar su locura en la búsqueda de Emilia del Campo y nunca más halló a su amor y por ser silente en ese amor quedó solo en la vida. Por lo tanto, Emilia del Campo emigró hacia el sur buscando estabilidad emocional cuando su relación de casada no fue muy bien y quedó tan silente también por el amor de Ricardo del Monte que pagó con creces ese amor silente entre Ricardo del Monte y Emilia del Campo. Cuando en el tiempo y más en el Museo de Arte quedó el alma de Emilia del Campo sosegada, imperiosa, llena de temor y ansiedad cuando quiso por voluntad hallar a su amor a Ricardo del Monte cuando Emilia del Campo desnuda a su alma y toma el tren del atardecer llegando hasta el norte en busca de Ricardo del Monte y no lo encuentra. Cuando, de repente, llega Emilia del Campo al Museo de Arte para poder recordar viejos tiempos en que amó a Ricardo del Monte tan silente como el mismo silencio que impera la noche con la fiebre de luna, mientras que Ricardo del Monte busca en su ventana a la fiebre de luna. El físico de Emilia del Campo no es el mismo de hace diez décadas ni el físico de Ricardo del Monte como la fisura del corazón amando una vez más. Mientras, que en el instante, se aferró al deseo de encontrar a su verdadero amor en un lugar cercano como lo fue la escuela o el Museo de Arte donde laboraba profesionalmente tanto Ricardo del Monte y Emilia del Campo. Cuando en el afán de creer en el alma Emilia del Campo ya regresó al norte en busca de ese amor y Ricardo del Monte observando a la fiebre de luna en esa noche soñó, otra vez, con la desnudez de Emilia del Campo besando con un beso a su corazón porque cuando en el alma de Emilia del Campo logró enredar a su corazón de amor quiso dar una señal de tiempo y de buena solución buscando el calor en los brazos de un hombre y ése hombre es llamado Ricardo del Monte, pero, no lo logró, sino, que quedó tan silente como el silencio automatizado de espera, una espera que no logró derribar y quedó silente, nuevamente, porque en el corazón sólo le queda una respuesta de ver el cielo con la fiebre de luna, también. Y, en el embate del corazón entristeció de un espanto cuando en el alma de Emilia del Campo quiso dar una vuelta de noventa grados en retroceso hacia un pretérito perfecto cuando conoció a Ricardo del Monte, pero, no superó a sus recuerdos ni a su pensamiento, cuando en el alma se petrificó de espera inesperada y atormentada y Emilia del Campo quiso entregar cuerpo y alma como en ese sueño pertinaz de Ricardo del Monte hacia Emilia del Campo cuando se amó verdaderamente y no en sueño sino que quedó ese amor tan silente como el mismo silencio. Y Emilia del Campo logró recordar una historia épica de las que contó en el Museo de Arte cuando laboró como historiadora y que era como la princesa del cuento esperando siempre a su príncipe. Cuando Emilia del Campo quiso envenenar a su camino de buenos recuerdos y de ese amor con Ricardo del Monte, pero, no fue abasto el querer demostrar de que sí amó a Ricardo del Monte con ese amor silente. Y, Emilia del Campo recordó la historia de la princesa cuando quiso a su príncipe, pero, no lo halló en el Museo de Arte cuando lo visitó por última vez. Y, Ricardo del Monte quedó silente observando siempre la fiebre de la luna y soñando con Emilia del Campo en esa noche cuando la luna no apagó nunca esa luz. Y, fue tan silente ese amor entre ambos que su corazón quedó unido como un sólo latido y con la luz en fiebre de luna y silente. Y, tanto Ricardo del Monte y Emilia del Campo quedan con un sólo amor en el corazón silente buscando siempre a un amor y cada uno quedó silente buscando a su propio amor.




FIN