Albor de sangre pide la mañana,
por donde sube el brillo moribundo,
su luz pare cristales en el mundo
y deja un desafío en la ventana.
Crepúsculo, temblor que llega y gana
sucias mejillas, cúmulo profundo
donde el mar gris crepita furibundo
y su bosque quemado nunca sana.
La ecología muere malherida
de incomprensión fatal en la constante
que se ciñe a las venas de la vida
donde rompe el febril flujo frustrante
de una humanidad dada a la huida
de ir como cruel Atila hacia adelante.