¡Ah! Cómo arde y como quema,
que sujetarlo no me quepa
y me hace danzar en su presencia.
Que el control de mí se va
y mi cuerpo se desespera.
Quién pudiera entenderme
y saber lo que hablo.
Ciertamente no le sería orate,
al leerme se gozare,
y una sonrisa en su boca
ciertamente se dibujase .
¡Ah!, ¡Oh! Ven mi Señor.
Que mis manos hagan símbolos
para tu interpretación.
Has alabanza en mi cuerpo
de tu manifestación.
Que mi boca confiese
y mi lengua hable en salvación.
En géneros de lenguas
será al incrédulo manifestación,
para alabanza a mi Dios.
¡Ah!, ¡Oh!, ¡Ay! Fuego Pentecostés
que baja y sube como corriente,
desde la testa hacia los pies.
Este es el poder, poder, poder,
que mi Dios da al que cree,
y no es un dios de madera o papel.
Este fuego se manifestará en dones
¡Ay! de ti si aún así no crees.
En su iglesia se derramará
a aquella que vive en santidad.
Todo el mundo lo verá
y muchos cegados serán,
mas a mí no me cambiarán.
Fuego, fuego, fuego se derramó
sobre los hijos del Salvador,
que escaparon de la condenación
y a su Espíritu invocaron.
Siendo así renovados en fe
y justificados por Él.