Descalabro de los zapatos
que están fuera del camino,
cubriéndose de hojas secas
lejos de la tregua de sus huesos;
Fría la memoria,
con sus sentidos navegando en las pupilas va,
cobijando a las luces sobrevivientes
de la más honda noche;
Silba en la medianoche el aire,
al ver pasar a la camisa debajo de su sombra
humeando a su pecho,
atravesando las puertas
hasta sus tiernos rincones melancólicos
Todo es un colectivo de miembros,
con sus formas
endurecidas y ensimismadas
en la oscuridad
previa al despertar de las edades perdidas;
¿Y qué de la cabeza vacía cuando se ausenta
de su cuerpo?
¿Y que de las manos sin sus brazos?
¿Y del corazón sin sus venas y arterias?
los ojos son como cuevas hospitalarias
de huérfanas palomas;
Todos son como una multitud
de ciegos
que han llorado su hambre y su deriva;
Rotos lo mismo que un tallo,
como islas caminantes que se arrejuntan
para el temporal,
la soledad los junta
y el viento no sé si los azota enojado
o los envuelve
con mortaja de espuma
Es el desahucio del cuerpo,
con sus partes suspendidas
mientras el cancerbero va mordiendo
toda esta mansedumbre
disgregada;
En el desahucio de la vida,
por algún designio del destino
el orden natural se despedaza,
y la amorosa llave que nos encierra
es la que nos libera,
nos eleva con la luz azul del gran misterio
y nos baja
al más oscuro silencio.