Eres Frágil, eres valiente,
las dos caras de tu moneda...
Mirarte es asomarse al mar,
a una mar en calma, serena,
con apenas un barquichuelo
sin estela, sin atreverse a arañar
la tersura del agua, tranquilidad.
Mirarte es mirar sin pestañeo
al abismo, no temer caer
a una profundidad insondable,
saber que en el fondo espera
la raíz de nuestro árbol, tus ojos...
Mirarte es atreverse a un agujero azul,
cuya singularidad está en el gesto,
en ese guiño de complicidad
que viene a decirme que todo está bien,
que estaré bien si me dejo llevar.
Mírame y dime qué ves en mis ojos,
dime que ves un manantial de agua fresca
donde abrevar tras una larga caminata,
donde despejarse el rostro del sudor
de un sol que no cesa, donde...
Mírame y dime lo que quiero oír,
hazlo solo por esta vez, la verdad no hace falta.
Ahora, que te tengo cogida por la manos
acariciándolas mientras te recito estas letras,
alzo las pupilas para que con las tuyas
sean una, y sin que el pulso ni la voz me tiemblen
dedicarte estas palabras, que ahora me brotan
desde la alberca del alma y amenazan diluvio.
Por lo intenso de tu mirar no oso fijar el mío.
Me cuesta mantener la tempestad
que genera el negro de tus ojos sobre mis ojos
—tu andalucidad me llena.
Estas letras te las estoy recitando de memoria;
no quiero mirar el papel que entre las manos
me sirve de torpe guía, y si no me acuerdo
de alguna de ellas las inventaré sobre la marcha;
todo con tal de no dejar de mirarte a lo profundo
de tu entraña y buscar norte, brújula y barca
que me devuelvan a puerto sano, aunque no salvo,
—no importa lo que sea de mí después de esto...
Mirarte es tanto que no da abasto mi vocabulario.