Todos los días te pierdo
en las auroras.
Pasan viéndote en las noches
mis hostias apacibles
y te siento en mis diáfanas sombras
como suave y tibio roce
de una íntima emoción de amor.
Te pierdo,
como se pierde la luna al rayar el alba,
cuando abro los ojos
y se pierden los astros en tus pupilas
al cerrar los tuyos;
Te pierdo,
como la noche se pierde:
¡En el triste amanecer!
Multitud de odio me conmueve la vida
en la corona del día
que se apacigua con el crepúsculo;
El cansancio,
que se adhiere a los parpados,
me arrastra a las regiones de sombras
donde tus ojos son dulces
de luceros descarriados
para toda la noche.