Es una princesita muy callada,
una estrella perdida en su interior,
la luz resplandeciente del amor
muestra de honestidad iluminada;
sólo es una mujer casi sagrada,
sutil alma que no guarda rencor,
todavía conserva aquel pudor
de niña recostada en su almohada;
solamente la miro en lontananza
con la enajenación de ese suspiro,
pleno de una gran fe y de esperanza;
ella es parte de mí, de mi respiro,
dueña de lo que soy, de mi confianza,
esa oculta razón de mi delirio...