Amiga, no te vayas.
Déjame hablarte con estas últimas estrellas.
Déjame estirar el viento para alcanzar tu oído
para hacer vibrar las campanas de nuestras primaveras.
Amiga, no te vayas.
Fuiste la que abrazó la esperanza del lucero
que en la tarde de amor se posaba en las hierbas.
La luna se perdió en tus ojos cuando un beso
nos unió en la noche de la pasión primera.
Las horas del recuerdo hacen llorar al cielo
que grita como un niño haciendo oír su pena.
Amiga, no te vayas.
La tarde huele a adiós. Los árboles en silencio.
Las rosas van muriendo mientras yo paso entre ellas.
Yo fui el que trajo desde el sol de tu alma
corolas brillantes, racimos de perlas.
El que corrió los mares, el que arrastró montañas,
el que olvidó sus miedos, el que lloró sus penas.
Amiga, no te vayas, no olvides nuestros sueños,
nuestros cielos liberados, nuestras sonrisas eternas.
Te he buscado, a lo lejos, con el sol que se pierde,
pero siempre, siempre de mi te alejas.
Amiga, no te vayas, espera
oye mi última plegaria.
Que encuentres el amor que en mi tanto buscabas
y que no pude darte, por no saber lo que te amaba.