Aquí nunca llega Navidad
Aquí Santa Claus pasa de largo.
No hay esferas, ni árbol, ni luces de colores,
mucho menos chimeneas dónde colgar
hermosas medias que esperan regalos.
Aquí, nuestro arbolito es de cartón
y sus adornos, vacías botellas de plástico.
Alguna lata vieja rellena de papel
es nuestra chimenea, que ayuda a calentarnos
en las noches de frío, nuestros pies descalzos.
No hay navidad al final del oscuro callejón.
No hay villancicos, ni rojos guantes que rescaten
nuestras heladas manos.
Aquí la magia se estrella en vidrios rotos
La blanca nieve toma el color del barro.
El ruido de sirenas interrumpe nuestra noche de paz.
No hay ningún pavo enorme que espere nuestra cena.
No, aquí no llega Santa Claus;
aquí no se detiene jamás la noche buena.
Tal vez para algunos seremos como duendes
porque sólo pueden vernos muy de vez en cuando.
Aquellos que sienten temor
cuando nos ven acercarnos
con la casa sucia, la camisa en harapos.
Pedir una moneda o algún trozo de pan,
haciendo malabares quizás en un semáforo.
Limpiando parabrisas, vendiendo hermosos globos
que llevarán sonrisas a niños con más suerte.
Las únicas luces que podemos apreciar
son nuestros ojos brillantes que, deslumbrados,
se agrandan de emoción
frente a algún adornado escaparate.
Contemplando esos regalos y juguetes
que sólo en nuestros sueños nos divierten.
No, aquí nunca llega Navidad,
aquí, Santa Claus siempre pasa de largo.
Para aquellos que vivimos en las calles
sobrevivir tan solo un día más,
ya resulta, en verdad, ser un auténtico milagro.